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El Homo Turisticus es una nueva realidad universal, una especie de nómada moderno que surge como resultado de una serie de factores sociales y económicos, acrecentados en los últimos años por la revolución de los bajos precios de las compañías aéreas y la democratización del ocio, entendido como ruptura de la rutina y desplazamiento del punto de residencia a otra zona, todo ello propiciado por una potente industria regida por operadores internacionales y agencias de viajes.
El Homo Turisticus es una conquista del progreso y un paso adelante en la evolución de las sociedades humanas. De hecho, sólo los pueblos cerrados y gobernados tiránicamente son renuentes a la presencia de esta especie, mientras que las naciones abiertas se jactan de recibir muchos visitantes y divisas, aunque esto también tiene sus desventajas.Hay una vieja tendencia en la progresía y entre quienes miran la sociedad como si viesen un escaparate a ridiculizar la figura del turista, no sólo en cuanto a su aspecto, a veces estrafalario sino también en lo que se refiere al valor que el turismo representa en lo económico, en la comunicación humana y el conocimiento cultural en el más amplio sentido. Esta forma ignorante y aristocrática de contemplar al Homo Turisticus tiene su propia contradicción en el momento en el que cualquiera de estos críticos escapa de su entorno y se convierte en visitante o forastero de paso. ¿También se ven a sí mismos grotescos y estúpidos?
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La risa burlona que a algunos les produce el turista es la misma boba hilaridad que a los prepotentes lugareños les causaba hace décadas el aspecto exótico de los emigrantes, que no eran precisamente ociosos peregrinos. El turista es un visitante que paga por entrar en casa ajena y convierte en asombro y admiración lo que para quienes les reciben es rutina y acostumbrado paisaje. La fascinación del Homo Turisticus por otras costumbres, productos y riquezas es motivo de orgullo para el ciudadano local, la misma presunción que hincha al dueño de una bonita casa ante las visitas. El ser humano de este siglo es un buscador insaciable de novedades, un ser curioso cuya vida palpita por los ojos, de manera que mide la densidad de la vida por la cantidad de nuevos pueblos, paisajes y rincones que han podido retratar sus retinas. ¿Por qué creen si no que el turismo se vende por imágenes, como una seducción colorista de postales y lugares que puedan describirse?
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